Es difícil de resumir la trayectoria de Björk en pocas líneas. Su carrera es larga (publicó su primer disco a los 12 años, en 1977) y abarca todo tipo de sonidos, estilos y colaboraciones.
Vocalista, compositora, productora y en la actualidad, también dj, la huella de Björk en la cultura de los últimos 25 años va mucho más allá de la música y se extiende hacia el mundo audiovisual y tecnológico. La manera de sorprender al público en los años 90 era a través del videoclip, y los suyos (dirigidos por Stéphane Sednaoui, Nick Knight, Spike Jonze, Chris Cunningham o Michel Gondry) están grabados en la retina de toda una generación.
La revolución digital exige un lazo más profundo entre el artista y su público, entre la música y lo visual, así en 2011, Biophilia se convierte en el primer álbum con canciones interactivas editado en formato app. En las más recientes etapas de su carrera da la sensación de que Björk quiere digitalizarse a sí misma. Junto a Neri Oxman, convierte su estructura facial en una máscara fabricada digitalmente, y en su exposición “Björk Digital” (en el CCCB) invita al público a sumergirse, realidad virtual mediante, en su universo creativo de la mano de creadores como Jesse Kanda, Warren Du Preez y Nick Thornton Jones. En carne y hueso o en ceros y unos, Björk siempre es Björk, y la transformación forma parte de su naturaleza.